Testimonio de Cecilio Augustin sobre su viaje a Madagascar en 2017
Hablar del viaje a Madagascar, es hablar de tres cuestiones. De lo que es un viaje, de lo que es Madagascar, y de lo que Agua de Coco. Y en este trípode de realidades es donde se sustenta la importancia y el interés de este viaje, que no he encontrado en otros, sin desmerecerlos.
Como viajero, siempre mi agradecimiento a la organización y la capacidad de tomar decisiones en pequeños imprevistos. Con buenos hoteles (dentro de las posibilidades de un país empobrecido) y restaurantes para comer, terminando en el Hotel solidario en Mangily, donde no solo es bonito, sino tambien instalaciones muy bien cuidadas que hacen un disfrute de la estancia, como colofón del viaje.
Donde el desplazamiento se hace en un taxis-blousse través de la única carretera que hay de la capital a Tulear (550km), con guía malgache (experimentado de años anteriores) junto a la persona que nos acompaña de Agua de Coco que contribuyo a la plena confianza en la seguridad y atención a no perder detalles de lo que pudimos ver y asombrarnos de las formas de vida diaria y cotidiana de las gentes y sus pueblos.


En este trayecto y los días sucesivos, pasamos por varios poblados y ciudades visitando talleres y manufacturas del país, donde como he dicho más arriba cogimos el pulso de la vida diaria y una realidad social de un pueblo pacífico y alegre (la sonrisa en la cara la llevan todo el día). A esto le sumamos el disfrute y belleza paisajista. Porque la hermosura del Parque Nacional de Ranomafana (selva tropical) y el Parque Nacional de Isalo, con los Lemos a un metro de nosotros, con sus cascadas y piscinas naturales, donde nos íbamos bañando a gusto de cada uno (porque el agua está más que fresquita). Sus rutas de senderismo, la playa de Mangily con la puesta de sol sacada de un libro de postales del edén. Y el avistamiento de ballenas, ya que era época de reproducción, hizo un viaje inolvidable.
Y la tercera pata del trípode era ver los proyectos de Agua de Coco. Verlos en directo (ya que solo los conocia por la página web) supera lo que yo me imaginaba del trabajo y la labor que allí se está realizando para el cumplimiento de sus objetivos de contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas desfavorecidas en los países del Sur, especialmente las mujeres y los niños, a través de la educación como motor del desarrollo sostenible.
Así la Granja escuela de Fianarantsoa, con toda una estructura y organización, y una extensión amplísima entre viñedos, arrozales, zonas de plantación para cada uno de los alumnos (70), pozo, zonas de cocina y comida, maderas, de animales (cerdos, gallinas, vacas, cebús, cabras), aulas, jardín botánico, que cubre la formación y preparación de los jóvenes para su posterior autonomía posterior, con un fuerte componente de preservación y formas de cultivo acorde con la zona.
A los dos días siguientes visitamos en Andtsohamadiro la escuela de Zafiros, donde se escolariza y se da formación a 300 niños. En una ciudad donde se trabaja en las minas de Zafiros y donde la escolarización sería cero, ya que no hay una escuela alrededor, si no existirá este proyecto.
Una escuela en mitad de la nada, pero aún en periodo de vacaciones tenía vida de niños jugando, de madres, y de trabajo en levantar más estructuras o mejora de las existentes. Como se traía el agua para el abastecimiento de la propia escuela. Escolarización de niños que va acompañada de una comida al día (única que hacen), recibiendo formación complementaria de temas de salud reproductiva y cuestiones higiénicas.
Por la tarde estuvimos visitando el Tulear el Cinema Tropic, la CAM (El centro de arte y música), donde se realizan actividades de cine, canto-gospel, banda de música, percusión-bloco, grupo de capoeira, de circo, donde se recoge entre quinientos y seiscientos jóvenes. Es impresionante en una ciudad que no da muchas oportunidades de diversión, ocio y formación a los jóvenes, que la ONG Agua de Coco (Bel Aveni) proporciona tantas actividades a jóvenes de barrios desfavorecidos (en una ciudad ya de por sí con índices de pobreza importantes).

Pero esto no queda ahí, porque al día siguiente estuvimos en centros deportivos, donde el futbol, baloncesto, vóley… se les proporciona a estos jóvenes. ¿Cómo siendo una organización pequeña, puede llegar a tanto???
Pero quedaba por ver más proyectos. Centro de Educación Nutricional, impresionante, Residencia para cuarenta niñas, escuela de las Salinas, proyecto para formación desde primaria hasta formación profesional, donde se acoge a 1.300 niños. Un proyecto hermoso de seguimiento y cuidado de ochenta madres que acaban de dar a luz.

El hotel solidario, donde lo disfrutamos, y donde todos los ingresos revierten en los proyectos. Centro de educación Ambiental de Mangily con sus 28 hectáreas.
Si este viaje ha superado las expectativas que de él tenía, es por el impacto que me produzco cuando por mis propios ojos y sentidos hago un ejercicio de inmersión de dieciséis días en un país donde los parámetros de la vida se rigen por distinto camino.
Si bien hay que dejarse impresionar y no buscar razones del porque, que encontraríamos cientos, sino de abrir el alma y caminar entre sus costumbres, gentes, su paisaje y paisanaje y formas de vida.
Gracias a Agua de Coco por este maravilloso viaje. Gracias por la hermosura del proyecto a cada uno que dedica tiempo y/o dinero.
Cecilio Augustin, voluntario Agua de Coco
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